Bueno, bueno, presentaré mi faceta de escritora frustrada. La que sigue es una historia bastante vieja, una de las primeras que escribí sino me equivoco y debo admitir que no es muy brillante, lo que es bueno en cierto modo porque quiere decir que considero que tengo mejores ¿No es así?
Debido a que la escribí para competir en un foro de lectura y es un One-Shot es extremadamente corta como para darle mucha trama al asunto -vale destacar que ni siquiera hice una descripción de los personajes principales- al final utilicé sólo dos condimentos... La magia y el amor.
Instruyendo a la princesa
Alice salió del instituto y con un suspiro observó parte del
intimidante y ancho mundo que se mostraba ante ella.
Al contrario que la mayoría de sus compañeros, Alice no
tenía a donde ir.
- Es mejor así, no estás atada a nada es refrescante ¿Cierto?
– Se dijo a sí misma, tratando de darse ánimos.
El teléfono empezó a vibrar y a iluminarse con una curiosa
luz sepia. Alice frunció el ceño, esa luz solo brillaba cuando se trataba de
una llamada en específico… un contacto directo del Concilio.
- ¿Si? – Preguntó Alice preocupada, acababa de salir hace
menos de cinco minutos del instituto. Si la contactaban no se imaginaba que
iban a hacerlo tan rápido.
- ¿Alice Hustle? – Preguntó una voz suave de mujer.
- ¿Si? – Volvió a preguntar con más apremio.
- Soy Melinda Astinfor. Secretaria la directiva del
Concilio. Su presencia es requerida en la base de Londres cuanto antes –
Explicó la voz - La señora Reinfield dejó un recado para usted: “Es hora de
seguir el mismo camino que sus padres” – Citó la secretaria con voz neutral.
Como si esa frase no fuera una puñalada trapera.
¿Seguir el camino de sus padres? ¿Era eso una especie de
chiste negro?
Alice apretó los dientes y sus labios temblaron deseando dar
una contestación sincera… “responde, responde” se urgió mentalmente.
- Entendido – Dijo con la misma voz neutra de la secretaria.
- Su transporte estará en el Instituto en unos minutos – Agregó
la mujer antes de cortar.
Alice miró la pantalla del celular incrédula. No iban a
darle ni un día para pensar en el mañana, en su futuro, en lo que quería hacer.
Lo peor de todo es que no podía decir que no, nadie podía
decirle que no al Concilio. De hecho, todos querían ser solicitados por el
Concilio, excepto ella. Alice quizás era la única estudiante de un instituto de
talla mundial, como lo era Supremus, que no quería tener ninguna relación con
el importante grupo regente de los magos.
No era algo que decía solo en palabras, había estado
manteniéndose bajo perfil con su desempeño. Había mostrado su poder y su
control solo hasta un punto en el que pudiera ser considerada una buena apuesta
promedio, pero no más allá. Solo lo suficiente para mantener su beca y justificar
la bondad que tenía la directiva de Supremus de permitirle permanecer internada allí bajo su
cuidado.
Una especie de largo coche fúnebre se apareció doblando en
la esquina y detuvo frente a ella. Se preguntó si era una señal, luego no pudo
más que pensar que era de lo más adecuado. Consideraba al Concilio como un grupo
de magos que se erguía dando órdenes sobre la tumba de los que juraban lealtad
a ellos, los idealistas que se comprometían a proteger y mantener a raya la
oscuridad en el mundo mágico.
-.-.-.-.-.-.-
Tres días después Alice estaba sentada en una habitación
iluminada con farolas antiguas, estaba frente a los cuatro magos regentes del
Concilio que la miraban esperando una respuesta.
- Yo no creo… - Empezó a decir Alice buscando la firma de
rechazar educadamente la “propuesta” que le había sido realizada unos segundos
atrás.
- No esperamos que usted de verdad entienda la
responsabilidad que conlleva ser una Hustle, después de todo ha vivido
protegida en el Instituto Supremus sin mayor preocupación que la de mantener
sus notas mediocres. Sin embargo, este es el legado de sus padres. El honor que
ellos… - Empezó a decir Agatha Reinfield pero fue interrumpida.
- ¡Honor por el que se sacrificaron! … Querrá decir. Honor
por el que una noche dejaron completamente sola a su hija. Hija que no tuvo más
remedio que vivir en un instituto mágico y completamente impersonal durante cinco
largos años – Soltó alterada - ¡Ni siquiera una los Reyes o el Concilio
trataron de hablar conmigo en estos 6 años! ¡Ni una vez! Y ahora ¿Qué? ¿Me
hablan de una responsabilidad familiar? Responsabilidad que me vale un pepino,
yo no he jurado lealtad a nadie, mi lealtad es para mí misma – Explotó Alice
con amargura.
- Los reyes fueron asesinados hace más de un año, en esa época
se disponían a llevarla con ellos para culminar su entrenamiento, de modo que
pudiera convertirse en una Guardiana de alto nivel adecuada para la próxima
regente – Explicó Aramis Spinster.
- El concilio tiene cosas importantes con las que tratar
como para hacer de niñeros, estuvimos de acuerdo con que lo mejor para usted
era mantenerse alejada de todo esto mientras culminaba sus estudios con
tranquilidad – Señaló Reinfield.
- Asuntos de extrema importancia – Estuvo de acuerdo Amilia Crusoe.
- Además, la princesa Elizabeth no tiene la culpa de nuestra
falta de tacto Alice – Intervino otro de los magos, Edevan Dunne, este último parecía
un abuelo afectuoso.
-Independientemente de sus intenciones, no creo que sea la
opción más idónea. Sinceramente no estoy familiarizada con todo esto de la
realeza. No creo estar preparada para el puesto. Hace sólo un año que estoy
dando clases y no es nada formal, solo estaba aprovechando el tiempo antes de
intentar calificar como maestra en una academia… Yo no me preparé para lo que
ustedes esperan de mí – Argumentó disimulando su enfado - Repito, Si estuve dando clases hasta ahora
fue por la gentileza del clan del instituto Supremus – Dijo Alice, tratando de
salir del embrollo.
- ¿Y quién crees que influenció tanta “gentileza”? –
Preguntó Agatha Reinfield elevando las cejas.
Eso era obvio, era sólo que Alice había vivido creyendo que
era innecesario detenerse a pensar en ello. Alice quiso arrancarle el remilgado
moño que parecía un hurón muerto sobre su cabeza
- ¡Pamplinas! ¿Qué preparación? No la necesitas… Está en tu
sangre – Exclamó Dunne con seguridad.
- No hay duda de que eres mucho mejor que lo que demostraste
durante tu formación, también hemos hecho seguimiento a tu cargo como maestra,
parece no darte cuenta que estás por encima de la media. Los maestros nuevos
siempre tienen accidentes en sus clases, no se puede tener un niño herido o dos
por cada clase una vez al mes. Dinos Alice ¿Cuántos estudiantes a tu cargo han
visitado la enfermería de Supremus? – Cuestionó Spinster.
- Eres la más adecuada – Consideró Crusoe
- ¡Fantástico! Todo está arreglado ¿No? – Resopló Alice
perdiendo nuevamente la compostura – Si de todas formas no tengo elección
pudieron haberse ahorrado esta absurda reunión y la pantomima de “intentar
convencerme” – Gruñó asestándole un puño a la mesa.
- Yo no estaría tan segura, no es algo que se pueda decir a
la ligera – Agregó Agatha con molestia, dejando en claro que no confiaba en que
ella pudiera tener la tutela mágica de la princesa – Tampoco creas que vas a
quedarte si no estás a la altura, el tutor de Elizabeth tendrá un futuro puesto
en el Concilio en el futuro. No podemos arriesgarnos a que personas débiles
sean los que rijan a los magos en la próxima década – Indicó.
Estaba confundida, se suponía que la vieja bruja quería que
aceptara el trabajo pero era la única que no estaba esforzándose por ello.
- ¿Se me permite
intervenir? – Preguntó una quinta persona en la habitación que Alice no había
tomado en cuenta, había pensado que era un guardia.
Agatha Reinfield lo miró durante un momento, luego forzó una
sonrisa y para la sorpresa de Alice
inclinó la cabeza con respeto.
El hombre salió de las sombras moviéndose con elegancia, sus
rasgos se iluminaron con el vaivén de las llama de algunas velas encendidas en
los faroles abiertos, lo conocía… Alice contuvo el aliento para no soltar una
exclamación de aprobación ante el atractivo magnético que este ejercía.
- Alice… Conocí a tus padres y fue todo un honor para mí. Mi
nombre es Bhalzar, soy un mago escudo y todo lo que sé lo aprendí de ellos,
también soy hermano de la princesa Lizzie. Su única esperanza de sobrevivir
está en tus manos, si no aprende el uso adecuado de sus poderes las
consecuencias pueden ser fatales para todos. Los renegados están alertas a
cualquier vacío de poder para actuar. ¿No es ya suficiente prueba de eso la
muerte de nuestros padres? – Intervino el hombre, el dolor de la pérdida
reflejado en el brillo de sus ojos.
Alice se quedó en silencio. No era como si pudiese desdeñar
o comparar la muerte de sus padres con la de los reyes, por lo menos no delante
del Concilio.
- Solo te pido que te quedes unos días, será arriesgado por
supuesto, no tengo por qué negártelo. Pero, a veces es necesario, por un bien mayor.
Yo no puedo ser el representante del poder de Elizabeth. Soy el príncipe, pero
no puedo serle útil. Lizzie solo tiene 17 años y está deseando aprender. Ella
no es como podrías esperar de una adolescente cualquiera, conoce bien su
responsabilidad, pero sin el conocimiento de una hechicera conductora como tú…
No hay muchas esperanzas – Continuó Bhalzar apesadumbrado, pero sobre todo
impotente.
¿Y quién se preocupa
por mí? Pensó Alice con amargura… Solo era cinco años mayor que Elizabeth,
tenía 22 años, no le llevaba mucho a la futura reina. Había tenido que aprender
y afrontarlo sola.
- Lo pido con la mayor de las humidades – Agregó Bhalzar
respetuoso.
- Unos días. Luego veremos – Respondió Alice conteniendo las
ganas de correr y perderse en una isla desierta donde nadie la molestase, nunca
había anhelado tanto la soledad como ahora.
-.-.-.-.-.-.-.-.-
Ya había pasado casi un mes desde que Alice empezó a
trabajar con la princesa y se sentía en paz. Elizabeth o Lizzie, como le
gustaba que la llamasen ella y su hermano, era una chica muy dulce pero
resuelta que aprendía con una facilidad impresionante. Empezaba a sentir que
había tomado la decisión correcta.
Y si a eso le agregaba lo cómoda que Alice se sentía cerca
de Bhalzar. Él la hacía sentirse como una mujer increíble y la hacía sentir
protegida, como si él no solo se preocupase por su hermana sino también por el
bienestar de ella.
- Vamos ¡otra vez! – Pidió Lizzie emocionada, secándose el
sudor del rostro con el dorso de la mano.
- ¡Por Dios Elizabeth! ¿Acaso quieres matarme? – Preguntó
Bhalzar con un tono falso de indignación y agotamiento.
- No exageres Zar – Gruñó Lizzie, creando una bola de
energía turquesa en la palma de su mano para cargar contra su hermano.
Alice no pudo evitar reírse cuando Bhalzar abrió los ojos de
par en par, sorprendido por la rapidez con la que su hermana había reunido el
poder. Así que, solo por poco, creó un escudo protector que la evadió. La bola
turquesa rebotó contra su defensa y estalló con una fuerte vibración contra el
panel de armas en la habitación de entrenamiento, rompiendo la vitrina de
vidrio polarizado de fondo, causando que las armas salieran volando con un gran
estruendo.
- ¡Alice cuidado! – Alertó Bhalzar antes de cubrir a su
hermana con toda la rapidez con la que pudo. Alice, que estuvo bastante cerca
del lugar de impacto, sintió una punzada de dolor en el rostro cuando el filo
de una de las dagas pasó volando muy cerca y la hirió en la mejilla.
- Estas aprendiendo de tu maestra ¿No? Aprovechándote del
caído para terminar tú trabajo – Acusó Bhalzar a su hermana, pero en sus ojos
brillaba el orgullo.
Luego miró a Alice y ese orgullo también iba dirigido a
ella… orgullo y algo más, deseo, deseo crudo y condensado. Alice se puso
nerviosa ante el fuego dirigido a ella en la mirada del príncipe, con algo de torpeza se giró y evocó el
familiar hormigueo de la magia, volutas amarillas se esparcieron de sus dedos
para arreglar el desastre que causó el poder de Elizabeth.
- Alice ¡Estás herida! – Gimió Elizabeth con culpabilidad
corriendo hasta ella – Déjame que lo arregle – Pidió con gentileza.
- ¡No! – Exclamaron Alice y Bhalzar al mismo tiempo.
Lizzie era condenadamente buena en defensa y bastante aceptable
en escudos, pero cada vez que trataba de curar una herida la persona en
cuestión corría el riesgo de terminar con un ojo de repuesto.
Bhalzar empezó a caminar hacia ellas, en un parpadeo a Alice
le empezaron a sudar las manos.
- Es tan solo un rasguño Lizzie –Respondió, tratando de no
mirar al príncipe que ya estaba escaneando su mejilla.
- ¿Yo sí puedo arreglarlo? – Preguntó Bhalzar en un susurro.
Elizabeth silbó y soltó una risa tonta.
- Telefonooo ¡Es el mío no se molesten! … Voy a la sala –
Gritó Lizzie y Alice escuchó el tono de alivio con el que lo dijo antes de
desaparecer.
Bhalzar sonrió habiéndolo notado también y con a lo que Alice le pareció deliberada
lentitud acarició su mejilla justo debajo del corte.
Su cuerpo se acercó más a ella filtrando la calidez entre
ambos. El poder chisporroteó ante la anticipación de Alice y el aliento de
Bhalzar acarició la herida antes de posar sus labios en un delicado beso. Alice
suspiró y se relajó contra el pecho del príncipe, era una acción casi
involuntaria influenciada por la sensación de la curación, su mejilla cosquilleó
y supo que la herida había sanado.
Ninguno de los dos notó que algunos de los objetos a su
alrededor empezaron a levitar debido a las emociones de Alice y la tensión
mágica entre ambos. Las manos de Bhalzar subieron por sus caderas hacia la
curva de su abdomen y Alice se tensó aferrándose a él.
Un alarido resonó dando la sensación de hacer temblar toda
la casa.
Alice se estremeció, como saliendo de un trance. Ella y Bhalzar
corrieron siguiendo el sonido de dónde provenía el grito. Cuando llegaron a la
sala Perry, el guardaespaldas, les sonrió nerviosamente, Elizabeth estaba a su
lado.
- ¿Por qué gritaste? ¿Qué está mal? – Preguntó Bhalzar
preocupado.
- Perry me llevará a dar un paseo – Dijo Lizzie con voz
plana.
- ¿Lizzie? – Llamó Alice, su voz teñida de sospecha.
Pero Elizabeth ni se inmutó. De hecho, si prestabas
verdadera atención podías identificar los ojos vidriosos.
- Lizzie muy bien sabes que no puedes salir sin al menos una
defensa y un escudo en las circunstancias actuales – Argumentó Bhalzar,
intentando no mirar a Alice que de seguro había notado lo mismo que él.
- Príncipe – Dijo Perry, haciendo una reverencia y tomó el
brazo de Elizabeth como para dirigirla.
- ¿Qué sucede contigo Perry? – Preguntó Bhalzar fingiendo
confusión, sus músculos prensándose.
- La princesa quiere dar un paseo– Dijo Perry con falsa
inocencia.
- Elizabeth ven aquí, vamos a hablar un momento – Ordenó
Bhalzar tratando de alejarla de Perry.
De la nada, Elizabeth evocó una bola de poder en su mano,
era de color gris como el humo y Alice reconoció la magia oscura en ese
hechizo.
Perry caminó hacia atrás, con el miedo impreso en sus
gestos, parecía que eso no se lo esperaba.
Bhalzar esta vez no reaccionó a tiempo y a Alice no le quedó
otra que contrarrestar el hechizo con uno propio. La bola de luz marmolada y brillante de Alice
impactó contra la bola oscura desviando la bomba de poder contra la chimenea,
quedó destrozada de inmediato.
- ¡Que rayos! Reacciona Elizabeth – Gritó Bhalzar atónito,
mirando de su hermana.
- No es Elizabeth. Está en un trance, alguien de experiencia
en las artes oscuras está muy cerca, dentro de esta misma casa – Explicó Alice
sin quitar su mirada de Lizzie.
- ¿Perry? – Preguntó incrédulo.
- No – Dijo Alice con voz grave. Luego se giró hacia las
escaleras del ala derecha, con el ceño fruncido, como si estuviese haciendo un
esfuerzo muy grande.
- ¡Oh! – Exclamó después de un momento.
- ¿Qué..? – Empezó a preguntar Bhalzar. Pero, en ese momento
Elizabeth se desplomó, Perry hizo ademan de tomarla cuando ella, desorientada,
trató de ponerse en pie y Bhalzar se le adelantó.
- Tócala de nuevo siquiera y te voy a arrancarla piel –
Gruñó Bhalzar estabilizando a su hermana que parpadeaba como luchando contra un
somnífero.
El príncipe notó que Elizabeth tampoco desviaba la mirada de
las escaleras.
- Que molesto es tenerte metiendo la nariz en donde no te
incumbe Hustle – Dijo una voz que a Bhalzar le resultó conocida.
Agatha Reinfield se materializó en el sitio en el que ambas
mujeres miraban. Se veía tan tranquila, con una
calma que tensó a Alice.
Lizzie gimió nerviosa.
- Pero… ¿Agatha… Tú? ¿Puedes explicarme qué está sucediendo?
– Preguntó Bhalzar, aunque no había mucho que decir. Nadie del Concilio debería
tener el poder de controlar a la gente, nadie del Concilio tenía que tener conocimientos
prácticos de magia oscura, mucho menos debía ejercerla y nada más y nada menos
que en la próxima reina.
- ¿Por qué? Porque no fue suficiente acabar con tus problemáticos
padres. Aún no había ninguna forma de adueñarnos del liderazgo, no contigo
respaldando a tu hermana. Cuando te contactamos te negaste de facto a unir
fuerzas con nosotros ¿Es que acaso no tiene ambiciones príncipe? – Preguntó
maliciosa - Al final entendimos que solo deshaciéndonos de la princesa y futura
reina Elizabeth es que conseguiríamos el poder – Aclaró Agatha.
- Y a mis padres también – Ató cabos Alice, sentía que las
piezas encajaban en su lugar. Ellos tomarían su lugar en donde los reyes le
aseguraron al Concilio que estarían.
Aunque Alice era joven sus padres le explicaron el plan. Por
ser unos guardianes que se habían convertido en aburridos catedráticos, estaban
excitados por ayudar a sus viejos amigos, los Reyes.
- Si… ¡Que inútil perdida! Al final solo retrasaron la
muerte de sus amigos – Aceptó Agatha con lastima.
- ¿Crees que te dejaremos hacerle lo mismo a Lizzie? ¿Crees
que permitiré que los asquerosos oscuros manejen al mundo mágico? – Preguntó
Alice temblando de rabia.
- Ahora… No contaba con que tú vendrías a estorbarme. Se
suponía que eras una chica bastante corriente. Se suponía que ibas a negarte
por lo que le sucedió a tus padres, que despreciarías todo lo relacionado con
la realeza. Nunca creímos que el príncipe te convencería tan rápido – Gruñó
Agatha furiosa.
- Las cosas no fueron a tu modo, así que tenías otro plan –
Consideró Alice.
– Teníamos planeado hacerlo durante el baile de coronación –
Develó Agatha aburrida.
¿Qué hizo que
cambiaran de opinión? – Preguntó Bhalzar, colocándose estratégicamente frente a
su hermana.
- Ese es el punto… No cambiamos, ellos aun quieren hacerlo
ese día. Cambie solo yo – Gruñó Agatha frustrada.
- ¿Por qué? – Preguntó Elizabeth, su voz se escuchaba
temblorosa y al borde del llanto.
No se había imaginado ser traicionada por alguien cercano.
- Por qué al contrario de mis colegas yo sí creo que la
chica Hustle logre entrenarte para ese entonces… Y no podemos arriesgar el
futuro por tan poco – Dijo haciendo énfasis en lo último mientras miraba a
Alice con desprecio.
Entonces formó en su palma otra bola gris de poder, una que
por mucho era más oscura. Bhalzar estaba dividido entre proteger a su hermana a
toda costa o ir a ayudar a Alice.
Afortunadamente ella lo notó y negó con la cabeza para que
se quedara con la princesa. Inmediatamente evocó su poder y las dos empezaron a
evaluarse, como si se tratara de un juego de estrategia.
- Soy más poderosa
cariño… No tienes ni la más mínima oportunidad – Aseguró Agatha con una sonrisa
psicótica.
Alice no dijo nada solo se concentró en sus movimientos
porque sabía que era verdad, si Agatha la atacaba con todo su conocimiento
conductor, obtenido fraudulentamente de la magia negra, estaría perdida. Agatha
la atacó, pero Alice la esquivó con agilidad.
Agatha levantó una ceja pareciendo sorprendida por su
rapidez, pero una sonrisa ociosa se extendió en su rostro, atacó nuevamente y
Alice disparó su bola de poder, lo que las hizo impactar de frente, el choque
provocó un eco de fuerza en contra de Alice, que era la más débil, golpeándose
con fuerza contra el piso.
- ¡Alice! – Llamaron Bhalzar y Lizzie angustiados.
- ¡Mierda! – Gruñó Alice dolorida – Nunca me habían pateado
el trasero así – Terminó poniéndose de pie.
- Eso es lo que pasa cuando te acostumbras a ganarle a
niñitas aprendices… De verdad que eres una vergüenza para tu familia. Tu nunca
podrías tomarme por sorpresa – Afirmó Agatha, el triunfo bailaba en sus
pupilas.
Invocó otra bola de poder, pero esta era de un color negro,
desprendía un olor desagradablemente fuerte y la envió contra Alice.
Un segundo antes, detrás de Alice un brillo turquesa oscuro
se expandió con fuerza. Los ojos de Agatha se agrandaron con sorpresa y su boca
formó una graciosa “o” antes de desplomarse hacia atrás. Su cuerpo cayendo
inerte.
- Pero yo sí que puedo sorprenderte ¡Bruja! – Gritó
triunfante Lizzie.
Cuando la bola fue directa a ella, Alice supo que no podría
crear una contra que la detuvira, ni un escudo lo suficientemente fuerte, esa
no era su especialidad… Ese poder oscuro acabaría con ella, cerró los ojos y
rezó por tener paz, sabiendo que hizo lo que pudo.
Unos fuertes brazos la rodearon, abrió los ojos con sorpresa
cuando un escudo de diferentes colores brillantes los protegió a ambos.
- ¿No te he dado ni un maldito beso y ya estás pensando en
entregarte a la parca? – Gruñó la voz masculina de Bhalzar en su mejilla,
sonaba forzada por el esfuerzo de mantener el escudo, cuando el poder terminó
de desvanecerse y Bhalzar soltó el escudo, relajando sus hombros, Alice giró la
cabeza y lo sorprendió con un beso.
- Ohhh por favor ¡Ahora Perry escapó! … He tratado de darles
mil y un momentos de privacidad y ¿Quieren hacer eso ahora? – Refunfuñó la
princesa Elizabeth con las manos en sus caderas.
- Lo atraparemos, eso es seguro – Dijo Alice con confianza.
- Y Lizzie algún día entenderás que no hay momento
inadecuado para esto – Dijo Bhalzar con una sonrisa pícara. Sacó su móvil y se
lo tiró - Llama a seguridad, lo atraparan por nosotros – Le dijo, luego
procedió a pegar a Alice contra él y besarla nuevamente.
- Increíbles, ustedes dos son… ¡Increíbles! – Refunfuñó la chica
haciendo lo que su hermano había ordenado.
Fin… Si, es el fin. xD